Con el inicio de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética (hoy Rusia), la carrera espacial se convirtió en uno de los campos de conflicto. Los soviéticos tenían la ventaja en este ámbito, y su superioridad tecnológica en el espacio era claramente visible en comparación con los estadounidenses. Por lo tanto, la CIA (Agencia Central de Inteligencia) tenía la tarea de reducir esta brecha por todos los medios posibles. Para lograrlo, la CIA se centró en la vigilancia y desciframiento de los datos provenientes de los cohetes soviéticos y de sus satélites mientras aún estaban en tierra antes de su lanzamiento al espacio.
Los soviéticos, al exhibir sus logros en el campo espacial, organizaban frecuentemente giras para mostrar sus realizaciones al mundo. Esto ofreció una oportunidad única a la inteligencia estadounidense para intentar robar uno de estos satélites soviéticos, conocido como Luna, durante una de estas giras, con el fin de estudiar su diseño y secretos mientras aún estaba en tierra.
El 2 de enero de 1959, la Unión Soviética lanzó su programa espacial Luna, a veces llamado «Lunik» por los medios occidentales. El primer vehículo espacial, Luna 1, falló en alcanzar la Luna, pero el segundo llegó a su destino y se convirtió en el primer vehículo espacial en aterrizar en su superficie. En octubre de ese mismo año, Luna 3 transmitió las primeras imágenes jamás tomadas del lado oculto de la Luna. Este año fue notable para los soviéticos en términos de logros lunares y espaciales, en contraste con las pocas misiones lunares fallidas de los Estados Unidos. Esta disparidad fue un golpe para la moral estadounidense, revelando que los soviéticos poseían capacidades tecnológicas superiores.
En respuesta a esta brecha tecnológica, la CIA lanzó un programa de inteligencia para estudiar los vehículos espaciales y las misiones soviéticas. El objetivo era comprender mejor los planes soviéticos y mantenerse al ritmo de sus avances, ayudando a los militares estadounidenses a prepararse para cualquier amenaza soviética potencial. Este esfuerzo incluía la vigilancia y la intercepción de datos y comunicaciones para obtener una comprensión completa de las misiones soviéticas. Sin embargo, debido a los desafíos asociados con la previsión de lanzamientos y el análisis de datos a distancia, cada misión proporcionaba información única, generando frustración creciente entre el personal del programa. La situación llevó a la CIA a emprender una operación audaz para resolver los misterios restantes robando y examinando de cerca un vehículo espacial soviético, el Luna.
La operación se basó en gran medida en las prácticas soviéticas entre finales de 1959 y 1960, cuando organizaban giras en varios países para exhibir sus logros industriales y económicos, incluidos el satélite Sputnik y el vehículo espacial Luna. Al principio, muchos agentes de la CIA asumieron que estos objetos eran solo modelos de exhibición, pero algunos analistas sospechaban que los soviéticos podrían estar tan orgullosos de sus avances tecnológicos que traerían un vehículo real en una de estas giras. Estas sospechas se confirmaron cuando los agentes de la CIA lograron acceder al vehículo espacial una noche después del cierre de la exhibición y descubrieron que era auténtico. Obtuvieron información exterior, pero querían más detalles sobre el diseño interno del vehículo.
Debido a la estricta seguridad que rodeaba al Luna, examinarlo antes o después de la exhibición era difícil. Afortunadamente, al prepararse para ser trasladado a otra ciudad, la CIA elaboró un plan complejo para robar el vehículo Luna por una noche y luego trasladarlo a una estación de tren para su viaje a la ciudad siguiente.
Cuando llegó la noche, el equipo de la CIA ejecutó su plan organizando el traslado del Luna como la última carga en salir de la sala de exhibición. Una vez en movimiento, agentes estadounidenses vestidos de civil, disfrazados de locales, siguieron el camión para vigilar posibles guardias soviéticos. Por suerte, no había ningún guardia presente. El camión fue detenido en la última curva antes de la estación de tren, el conductor fue escoltado a un hotel. El camión fue cubierto con una lona y trasladado a un patio cercano, cuidadosamente elegido por sus muros de tres metros de altura. Mientras tanto, otros agentes vigilaban al guardia de la estación, asegurándose de que no regresara antes de tiempo.
Después de que el guardia se fue, los agentes movieron el camión al patio, cerraron la puerta y esperaron pacientemente media hora para asegurarse de que no los seguían. Luego examinaron la caja, descubriendo que los lados estaban fijados desde el interior, lo que hacía del techo el único punto de acceso. Dos hombres retiraron cuidadosamente el techo sin dejar marcas en los paneles de madera. Afortunadamente, la caja ya había sido abierta antes, y los paneles de madera estaban algo desgastados. Los otros dos agentes prepararon su equipo fotográfico.
Al retirar el techo, el equipo descubrió que el Luna ocupaba casi todo el espacio de la caja. Levantaron el vehículo de la caja con cuerdas y comenzaron a desmontarlo y fotografiarlo. Trabajaron toda la noche, y al amanecer, volvieron a montar el vehículo con cuidado para no dejar rastros de su intervención, lo colocaron nuevamente en la caja, cubrieron todo y lo cargaron en el camión. El conductor original retomó el volante a las 5 de la mañana, entregó la caja en la estación de tren, y a las 7 de la mañana, el guardia regresó, encontró la caja como esperaba y la agregó a su lista. El vehículo fue enviado a la ciudad siguiente junto con el resto de las exhibiciones.
La operación fue un éxito rotundo. La CIA obtuvo información invaluable sobre los diseños y tecnologías espaciales soviéticas, reduciendo considerablemente la brecha con los soviéticos e incluso superándolos en un momento dado.