En todo el mundo, la gente ha creído siempre en la existencia de demonios, fantasmas y espíritus malignos, con formas y capacidades que varían según las religiones y culturas. A pesar de estas diferencias, existe un consenso sobre el hecho de que estas entidades buscan dañar a los vivos de diversas maneras, incluyendo la posesión y el control del cuerpo de una persona. Este concepto es ampliamente reconocido en varias religiones principales, que han llevado a sus adeptos a adoptar diversas medidas de protección contra estas intrusiones maliciosas. Estas medidas incluyen rituales y oraciones, siendo el exorcismo una de las prácticas más conocidas. El exorcismo implica expulsar a los espíritus malignos del cuerpo de una persona utilizando métodos variados según las creencias religiosas. Estos métodos pueden ir desde simples invocaciones hasta rituales complejos realizados por especialistas. Como muestra la película El Exorcista, los exorcismos no siempre salen como se espera. El proceso puede ser largo, agotador y causar daños físicos, mentales y espirituales tanto a la víctima como a los exorcistas. El caso de Anneliese Michel en Alemania en 1975 ilustra de manera impactante las dificultades y horrores que pueden ocurrir durante un exorcismo.
Anneliese Michel nació el 21 de septiembre de 1952 en Leiblfing, Baviera, Alemania Occidental, en una familia católica muy religiosa, compuesta por sus padres y sus tres hermanas. Su infancia estuvo marcada por la vergüenza relacionada con el nacimiento ilegítimo de su hermana mayor cuatro años antes de su propia llegada. Esta situación provocó un escándalo considerable en esta familia piadosa, afectando profundamente a su madre. Tras la muerte de su hermana mayor a los ocho años, la madre de Anneliese buscó expiar sus pecados percibidos. En 1968, a los 16 años, Anneliese empezó a manifestar síntomas extraños acompañados de convulsiones. Su familia la llevó a un médico que diagnosticó epilepsia temporal y le recetó medicamentos. A pesar de sus esfuerzos por mantener una vida normal y continuar con sus estudios, su estado empeoró y los medicamentos no resultaron efectivos. Sus convulsiones aumentaron y se le recetaron medicamentos más fuertes, sin resultados notables. También desarrolló una depresión severa, con tendencias suicidas, lo que la llevó a pasar tiempo en un hospital psiquiátrico. Lamentablemente, el tratamiento para su depresión no alivió mucho su estado.
La situación de Anneliese Michel siguió deteriorándose. Además de sus convulsiones y depresión, comenzó a tener visiones perturbadoras durante sus oraciones, lo que le causó gran angustia psicológica. Estas visiones no eran más que el principio de nuevos problemas: empezó a oír voces extrañas en diferentes momentos del día. Inicialmente débiles y poco claras, estas voces se hicieron gradualmente más fuertes y distintivas, como si alguien estuviera cerca de ella. Estas voces a menudo le ordenaban hacer cosas o la reprendían y amenazaban. También comenzó a sufrir alucinaciones severas, viendo lo que ella llamaba «caras del diablo» aparecer de repente frente a sus ojos. La psicoterapia no lograba detener estas alucinaciones, y Anneliese y su familia se desesperaron. Ella mostró una creciente aversión a lugares y símbolos religiosos, como la cruz. Durante una peregrinación a San Damiano, se negó a entrar a la iglesia y a beber agua de la fuente sagrada. Sus acompañantes notaron un olor extraño emanando de ella, lo que convenció a su familia de que estaba poseída por una fuerza demoníaca. Consultaron a varios sacerdotes, pero ninguno les ofreció la ayuda esperada, aconsejándoles que devolvieran a Anneliese al hospital para recibir tratamiento médico. Cuando insistieron en obtener ayuda, los sacerdotes explicaron que para realizar un exorcismo, debían convencer a la Iglesia Católica de la posesión demoníaca y obtener la autorización del obispo. Si cumplían con los estrictos criterios de la Iglesia para determinar la posesión, recibirían la autorización para realizar el exorcismo. Este proceso era complejo, y a pesar de sus esfuerzos, la familia fue sistemáticamente rechazada.
A pesar de su frustración, una chispa de esperanza surgió en la forma del sacerdote Ernst Alt, quien se sintió intrigado por la historia de la familia y decidió investigar. Tras conocer a Anneliese, se convenció de que no sufría de epilepsia, sino que estaba realmente bajo la influencia de fuerzas demoníacas. Escribió cartas al obispo, suplicándole que autorizara el exorcismo. Después de muchas dudas, el obispo Joseph Stangl finalmente accedió a permitir el exorcismo, con la condición de que se mantuviera en secreto. En 1975, el Padre Arnold Renz fue enviado como asistente para ayudar en esta tarea difícil. El proceso de exorcismo comenzó oficialmente el 24 de septiembre de 1975. Cuando los sacerdotes llegaron a la casa de Anneliese, no sospechaban que ese día marcaría el comienzo de una prueba de 10 meses. Desde los primeros intentos, para sorpresa de todos, Anneliese afirmó que no estaba poseída por un solo espíritu demoníaco, sino por varios, nombrándolos «Judas, Nerón, Hitler, Caín, Lucifer y otros». Todos ellos habrían tomado residencia en su cuerpo. Durante las sesiones de exorcismo, una de las formas en que Anneliese intentó recuperar el control sobre las fuerzas del mal que la atormentaban fue haciendo cientos de prosternaciones, lo que le causó graves heridas. Lo hacía por su propia voluntad, en un esfuerzo desesperado por aliviar el dominio de los demonios en su interior.
A medida que las sesiones de exorcismo continuaban, quedó claro que la situación de Anneliese se deterioraba de manera dramática. Según los informes, orinaba y defecaba regularmente en el suelo, bebía su propia orina y usaba frecuentemente un lenguaje grosero. Bajo la influencia de los espíritus demoníacos, reaccionaba con una ira desmedida ante imágenes y símbolos religiosos. En una ocasión, pasó dos días debajo de la mesa de la cocina, ladrando como un perro y negándose a salir. Su familia estaba tan aterrorizada que evitaba acercarse a ella. Por lo tanto, los sacerdotes la dejaban sola durante la mayor parte del tiempo durante los rituales, que duraban cuatro horas o más y se realizaban una o dos veces por semana. También se afirmó que Anneliese hablaba en lenguas muertas que no podía conocer y mostraba un conocimiento de información que no había tenido previamente. Los exorcismos, que sumaron 67 intentos, fracasaron cada vez, agotando a los sacerdotes. Finalmente, Anneliese dejó de comer, su cuerpo se volvió extremadamente delgado, lo que indicaba que se estaba resignando a su destino. Ella afirmó que su muerte sería una expiación por la juventud perdida.
El 1 de julio de 1976, después de 10 meses de exorcismos fallidos, Anneliese Michel falleció en su casa. En el momento de su muerte, pesaba solo 30 kilogramos. La autopsia reveló que murió de malnutrición y deshidratación, y también sufría de neumonía. Se abrió una investigación sobre las circunstancias de su muerte y se interrogó a los sacerdotes Alt y Renz. El estado concluyó que la muerte de Anneliese podría haberse evitado y que los sacerdotes no habían intervenido de manera efectiva. Como resultado, fueron juzgados el 30 de marzo de 1978. El juicio atrajo una gran atención pública, con la difusión de grabaciones de las sesiones de exorcismo que mostraban a Anneliese en un estado deplorable. También se presentaron fotografías que mostraban su estado de salud deteriorado, con heridas y contusiones. Los abogados de los sacerdotes, enviados por la Iglesia, afirmaron que el exorcismo era completamente legal y que la ley garantizaba la libertad religiosa. Los sacerdotes afirmaron que Anneliese había sido liberada de los demonios antes de su muerte, pero el fiscal adoptó un enfoque científico, haciendo que médicos testificaran que los síntomas de Anneliese podían explicarse por una enfermedad mental más que por una posesión demoníaca. Los sacerdotes fueron condenados por homicidio involuntario por negligencia y recibieron penas de prisión suspendida.
Después del juicio, continuaron los eventos extraños en torno al caso. A petición de los padres, el cuerpo de Anneliese fue exhumado. Aunque algunos afirmaron que el cuerpo no se había descompuesto lo suficiente, los expertos médicos confirmaron que la descomposición era normal. Las autoridades se negaron a permitir que los sacerdotes viesen el cuerpo. Los restos fueron colocados en un nuevo ataúd de roble y reinhumados el 25 de febrero de 1978. En un giro extraño de los acontecimientos, un incendio estalló en la casa de Anneliese en 2013, y aunque las autoridades lo consideraron un caso de incendio provocado, algunos creen que podría estar relacionado con las fuerzas malignas que aún persistían en la casa. El caso de Anneliese Michel sigue siendo uno de los más controvertidos en la historia de los exorcismos, considerado por muchos como un ejemplo de verdadera posesión demoníaca, y ha inspirado varias obras cinematográficas, incluyendo la película El Exorcismo de Emily Rose.