A medida que los viajes espaciales recreativos y turísticos se convierten en una realidad, con varias empresas ofreciendo ahora vuelos comerciales al espacio y SpaceX, dirigida por el multimillonario Elon Musk, anunciando planes para construir una base en Marte, la perspectiva de vivir o pasar vacaciones en otros planetas se vuelve cada vez más plausible. Esta nueva frontera plantea importantes preguntas sobre lo que le sucede al cuerpo humano cuando se expone al vacío del espacio sin la protección adecuada.
En la Tierra, cuando una persona muere, el cuerpo pasa por una serie de etapas bien documentadas de descomposición. La sangre deja de circular y se acumula bajo la influencia de la gravedad en un proceso llamado «livor mortis», seguido por el enfriamiento del cuerpo y la rigidez muscular causada por la acumulación descontrolada de calcio en las fibras musculares. Las enzimas y proteínas que facilitan las reacciones químicas dentro del cuerpo comienzan a descomponer las paredes celulares y liberar su contenido. Al mismo tiempo, las bacterias del intestino se expanden por todo el cuerpo, consumiendo los tejidos blandos y produciendo gases que causan hinchazón y olores fuertes. Con el tiempo, los tejidos blandos se descomponen, revelando un esqueleto compuesto por tejidos más resilientes y duros que pueden persistir durante miles de años. Los factores externos, como la temperatura, la actividad de los insectos y los métodos de entierro o envoltura, también influyen en el proceso de descomposición.
Sin embargo, en la inmensidad del espacio, la situación es muy diferente. Los astronautas, en buena salud, pueden morir por desastres como una explosión de su nave espacial o una colisión con meteoritos. En tales casos, una falla en su traje espacial resultaría en la muerte en cuestión de segundos. El primer efecto de la exposición al espacio es la ausencia de aire, lo que lleva a una pérdida de consciencia después de aproximadamente 15 segundos, mientras las reservas de oxígeno restantes en la sangre se agotan. Aunque se podría teóricamente sobrevivir hasta dos minutos aguantando la respiración, esto podría llevar a la expansión de los gases en los pulmones, causando rupturas y liberación de aire en la circulación sanguínea.
Después de unos 10 segundos de exposición, la piel y los tejidos subyacentes empezarían a hincharse debido a la evaporación del agua, por la falta de presión atmosférica. La piel, siendo lo suficientemente robusta, no se rompería, y si se volviera a introducir en condiciones normales de presión, volvería a su estado original. La sangre en las venas y arterias también se vaporizaría, y la humedad en la lengua empezaría a hervir. El ingeniero Jim LeBlanc, quien experimentó condiciones simuladas de vacío espacial en 1965, describió la sensación de ebullición en su lengua después de una fuga en su traje durante las pruebas.
Además de los efectos físicos inmediatos, la exposición espacial somete al cuerpo a radiaciones cósmicas no filtradas, causando quemaduras solares severas. Después de la muerte confirmada, el cuerpo no se descompondría normalmente debido a la falta de oxígeno. Si está cerca de una fuente de calor, podría momificarse; de lo contrario, se congelaría y permanecería en el espacio durante potencialmente millones de años. En cambio, si el cuerpo está encerrado en un traje espacial, la descomposición continuaría siempre que se proporcione oxígeno.
Dado que estos eventos ocurren en cuestión de segundos, es extremadamente difícil realizar rescates en el espacio. La formación médica de los astronautas no cubre tales escenarios, y la NASA ha declarado oficialmente que no prepara planes de contingencia para riesgos a largo plazo como el rescate de astronautas en tales condiciones o la gestión de los cuerpos de astronautas fallecidos. La idea de almacenar el cuerpo de un astronauta fallecido en la Estación Espacial Internacional (ISS) o en cualquier nave espacial se considera insalubre debido al proceso de descomposición y representa un peligro biológico para la tripulación. Además, no hay espacio dedicado para almacenar estos cuerpos.
En ausencia de un protocolo específico de la NASA para la muerte repentina a bordo de la ISS, los comandantes de la estación pueden decidir caso por caso. El astronauta canadiense Chris Hadfield, ex comandante de la ISS, sugirió que si un astronauta muere durante una actividad extravehicular, el cuerpo sería llevado a una cámara de presión equivalente y posiblemente conservado en el traje espacial para evitar malos olores. El cuerpo se almacenaría en un lugar fresco de la estación, como una zona de residuos o una cámara de presión, antes de ser enviado de regreso a la Tierra.
La NASA aún no ha establecido un protocolo definitivo, pero ha explorado soluciones potenciales. En 2005, en colaboración con la empresa sueca de funerales ecológicos Promessa, se propuso un diseño llamado «recuperación de cuerpos», donde el cuerpo sería congelado, secado y triturado en millones de pequeños fragmentos. Un brazo robótico recuperaría el cuerpo del espacio y lo colocaría en una bolsa de almacenamiento para congelación. Después de una hora en el vacío, el cuerpo se volvería frágil y se rompería en un residuo similar a la ceniza. Este proceso teórico reduciría un cuerpo de astronauta de 90 kilogramos a una masa de 22 kilogramos, lo suficientemente compacta para ser almacenada en cualquier nave espacial durante años.
A pesar del creciente interés y las preocupaciones sobre la gestión de la muerte en el espacio, las estadísticas muestran que en el último medio siglo, alrededor de 30 astronautas han fallecido durante entrenamientos o misiones espaciales de alto riesgo. Sin embargo, la gran mayoría de estos incidentes ocurrieron en la Tierra o en la atmósfera terrestre, por debajo de la línea de Kármán, que comienza a 100 kilómetros. De las aproximadamente 550 personas que han intentado la aventura espacial, solo tres han fallecido en el espacio: los cosmonautas soviéticos Georgi Dobrovolski, Vladislav Volkov y Viktor Patsayev. Afortunadamente, fallecieron a bordo de su nave espacial durante el regreso a la Tierra, lo que hizo que la recuperación de sus cuerpos fuera relativamente sencilla.