Marte siempre ha captado el interés humano debido a su proximidad a la Tierra y a sus similitudes con nuestro planeta. Tanto es así que muchos astrónomos la describen como el gemelo de la Tierra. Aunque se ha observado durante miles de años a simple vista, con telescopios y, más recientemente, con sondas espaciales, Marte sigue siendo inalcanzable en cuanto a exploración humana. Aunque se han aprendido muchas cosas sobre ella en los últimos años, el planeta todavía guarda muchos secretos fascinantes que alimentan la búsqueda de una respuesta a la pregunta que muchos se hacen: ¿Hay vida en Marte, especialmente con algunos indicios que sugieren que pudo haber albergado vida inteligente en el pasado?
A lo largo de la historia, Marte ha estado asociado con muchas culturas antiguas, apareciendo en los textos como una estrella en llamas o un dios de la guerra. En el siglo XVII, los primeros telescopios permitieron a los científicos echar un vistazo al planeta rojo. Con el advenimiento de telescopios más avanzados, los astrónomos comenzaron a examinar de cerca la superficie de Marte, dando lugar a teorías sobre la existencia de vida en el planeta. Una de estas teorías surgió en 1877 cuando el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli observó líneas cruzadas en la superficie de Marte, que llamó “canali”, que significa “canales”. Aunque Schiaparelli era escéptico sobre si estos canales indicaban vida extraterrestre, otros no estaban de acuerdo, creyendo que estas estructuras solo podrían ser el resultado de seres inteligentes que habían creado una vasta red de vías fluviales.
Algunas teorías iban más allá de la idea de que los canales habían sido excavados por seres inteligentes; sugerían que habían sido construidos bajo la dirección de ingenieros hábiles. Por ejemplo, la construcción del canal de Suez en la Tierra tomó diez años para completarse en 1869. Comparativamente, lo que se observó en Marte parecía mucho más complejo. Esta era la convicción del astrónomo Percival Lowell en 1894, quien utilizó la riqueza de su familia para establecer el Observatorio Lowell en Arizona. Allí amplió su estudio de los canales de Marte, creando mapas detallados y escribiendo extensamente sobre su teoría de la vida marciana. Lowell hizo paralelismos con la vida en la Tierra, notando que así como los submarinos revelaron una vida marina previamente desconocida, la vida marciana podría existir bajo su superficie, adaptándose a las condiciones extremas.
En 1899, la teoría de Lowell recibió el apoyo del inventor destacado Nikola Tesla, quien, mientras realizaba experimentos con un transmisor a gran altitud en Colorado Springs, detectó una señal débil e inexplicable que atribuyó a Marte. Tesla afirmó que el mensaje provenía de un mundo lejano, y su contenido era “uno-dos-tres”. Unos años después, en una entrevista en febrero de 1901, Tesla sugirió que los mensajes inalámbricos podían enviarse a Marte con precisión y expresó su creencia en la vida marciana. Aunque no estaba seguro de la apariencia de las formas de vida marcianas, Tesla estaba convencido de que se habían adaptado a las condiciones extremas del planeta, de manera similar a la teoría de Lowell de que los seres inteligentes podrían vivir bajo la superficie en lugar de en la parte superior.
Años después, en 1909, se hicieron varios intentos de establecer contacto con la vida en Marte. Una de estas ideas provenía del profesor de Harvard William Henry Pickering, quien propuso enviar señales luminosas a Marte a través de una red de 50 espejos gigantes. Los destellos de luz durarían varios años, permitiendo a los marcianos desarrollar medios para responder. Pickering razonó que si había vida en Marte, sus habitantes probablemente tenían telescopios y ojos, y responderían de manera similar a las señales terrestres. Sin embargo, el proyecto enfrentó un obstáculo importante: la financiación, ya que el costo era de 10 millones de dólares, una suma enorme en ese momento. Otra propuesta del profesor Robert Wood de la Universidad Johns Hopkins consistía en cubrir las llanuras blancas de Alkaline en Nevada con grandes manchas negras hechas de 10 kilómetros cuadrados de tela. Este plan también fue cancelado debido a la falta de financiación. A pesar de estos reveses, el científico David Todd propuso utilizar un globo aerostático para enviar mensajes desde una altitud de 15,2 kilómetros, creyendo que los marcianos habían intentado comunicarse con nosotros por medios que aún no habíamos notado. Su globo alcanzó solo 1,5 kilómetros antes de que el apoyo del Ministerio de Guerra se interrumpiera.
Aunque los intentos anteriores que utilizaron la radio, los espejos, los globos de aire caliente e incluso los parches negros gigantes para comunicarse con una posible vida marciana fracasaron, estaban basados en métodos científicos. En cambio, el 27 de octubre de 1926, el abogado británico Hugh Mansfield Robinson, de Londres, intentó enviar un telegrama directo a Marte, alegando que su amiga marciana lo esperaba allí. Robinson, confiado en que recibiría su mensaje, eligió este momento porque Marte estaba en su punto más cercano a la Tierra. Afirmó que su amiga marciana, llamada “Omaruru”, medía 1,8 metros y vivía con otros marcianos que, como los habitantes de la Tierra, conducían coches, fumaban pipas y viajaban por el cielo en globos eléctricos. A pesar de la rareza de su solicitud, el telegrama fue enviado desde la Torre de Rugby, la estación inalámbrica más potente de la época. Aunque no se recibió ninguna respuesta, Robinson afirmó haber oído a Omaruru decir que los marcianos habían esperado horas para recibir su mensaje.
Aunque las ideas anteriores de los científicos parecían inalcanzables, se puede decir que su curiosidad y sus esfuerzos constantes inspiraron a las generaciones siguientes. En 1976, la NASA buscó vida en la superficie de Marte con dos sondas espaciales Viking. Un experimento de respuesta metabólica reveló resultados positivos, sugiriendo que podría haber existido una forma de vida que consumió nutrientes presentes en el suelo, lo que indica la posibilidad de vida en el planeta rojo. Sin embargo, estos resultados siguen siendo debatidos hasta hoy. Las exploraciones posteriores han proporcionado pruebas de que Marte podría haber sido habitable en el pasado. Por ejemplo, en 2012, se descubrió una montaña en Marte llamada “Gale”, con una altura de cinco kilómetros y compuesta de rocas sedimentarias con capas de minerales diferentes formadas por el viento y el agua, elementos esenciales para la vida. Los científicos teorizan que si Marte tenía una atmósfera, una vida microbiana podría haber existido hace miles de millones de años mientras se formaban estas capas, y el planeta podría haber sido habitable hace aproximadamente un millón de años.
Hasta la fecha, no se ha documentado la existencia de vida en la superficie de Marte. La comunidad científica espera nuevas descubrimientos, ya sea mediante el envío de sondas más avanzadas o el paso a una fase de colonización del planeta para desentrañar sus misterios y secretos.