Si naciste en los años 80 o 90, probablemente recuerdas los encuentros familiares nocturnos frente a la televisión para seguir los episodios de las series dramáticas. Si naciste en el nuevo milenio, te será familiar lo fácil que es ahora seguir dramas con la disponibilidad de smartphones y plataformas de streaming como Netflix y otras. Este avance tecnológico ha transformado nuestra manera de consumir medios, proporcionando comodidades que las generaciones anteriores solo podían imaginar. Antes de estos avances, la televisión estaba aún en sus inicios, y la radio era la principal fuente de entretenimiento, incluyendo representaciones dramáticas. Todo esto cambió el 11 de septiembre de 1928, marcando un gran hito con la emisión del primer drama televisivo, “El Mensajero de la Reina”, que muchos consideran el comienzo del drama televisivo.
“El Mensajero de la Reina” tenía una duración de unos 40 minutos y fue la primera obra dramática transmitida en televisión. Este momento histórico fue posible gracias a la red WGY, una estación experimental de General Electric ubicada en Nueva York. Este avance llegó después de varios desarrollos importantes en la tecnología televisiva, especialmente después de que la Comisión Federal de Radio aprobara la transmisión regular de televisión en julio de 1928. Para agosto, una estación en Nueva York comenzó a transmitir regularmente imágenes silenciosas junto con sus programas de radio.
WGY realizó su primera transmisión pública exitosa al enviar imágenes a los televisores personales de cuatro ejecutivos de General Electric en Nueva York. También lograron una transmisión exitosa desde su estación hasta Los Ángeles en la costa oeste, lo que marcó un triunfo significativo y los llevó a invertir en la producción de una obra dramática titulada “El Mensajero de la Reina” como parte de una prueba más amplia de su sistema televisivo. Este drama mudo estaba basado en una obra en un acto escrita por el dramaturgo irlandés J. Hartley Manners y protagonizada por Izetta Jewel en el papel de una mujer rusa misteriosa que trabaja como espía y busca obtener documentos secretos de un diplomático británico durante un encuentro romántico tras una fiesta en Berlín.
La elección de este antiguo drama de espionaje se debió a que contaba con solo dos actores, que podían aparecer alternativamente en las cámaras de televisión dispuestas alrededor del escenario. En aquella época, la tecnología era muy rudimentaria, requiriendo un equipo más grande que el número de actores. Los televisores eran muy pequeños en comparación con las pantallas de cine, lo que significaba que las escenas debían filmarse en gran formato. Por lo tanto, se utilizaron tres cámaras para capturar los rostros de los actores, los movimientos de sus manos y el decorado de manera separada. El director Mortimer Stewart utilizó luego una pequeña caja de control para cortar y montar las imágenes, y también utilizó efectos especiales como la sincronización del sonido de “El Mensajero de la Reina” con un aparato de radio separado colocado debajo del receptor de televisión.
A pesar del gran bombo publicitario en torno a la serie como un avance en el mundo del drama, la recepción del público fue notablemente tibia. El sentimiento general era que aún quedaba un largo camino por recorrer antes de que el drama televisivo pudiera superar la popularidad de la radio. Sin embargo, a pesar de la fría recepción del público, nadie puede negar que “El Mensajero de la Reina” allanó el camino para el drama televisivo, que desde entonces ha alcanzado una posición destacada, superando incluso al cine.