Es bien sabido que el éxito de cualquier organización depende en gran medida de la calidad de las relaciones entre la dirección y los empleados. Aunque algunos profesionales pueden encontrarse con departamentos que ejercen presión sobre los empleados para obtener resultados, este enfoque generalmente se considera deficiente en la teoría de gestión. Sin embargo, la situación tomó un giro significativo en el caso que involucra a Didier Lombard, el ex CEO del gigante de telecomunicaciones francés Orange. Lombard fue condenado por acoso moral hacia sus empleados, lo que condujo a una serie de suicidios durante la fase de reestructuración de la empresa a finales de la década de 2000.
El caso cobró gran relevancia en 2019 cuando un tribunal francés emitió un juicio revolucionario que atrajo una considerable atención pública. Didier Lombard, de 77 años, fue condenado a un año de prisión, de los cuales ocho meses fueron suspendidos, y a pagar una multa de 15,000 €. Fue hallado culpable de acoso moral que contribuyó a varios suicidios y tentativas de suicidio entre su personal. Según los registros sindicales, hubo al menos 18 suicidios y 13 intentos entre abril de 2008 y junio de 2010, incluyendo un incidente en el que un empleado se apuñaló durante una reunión y otro en el que una mujer se lanzó por la ventana.
A pesar de las graves consecuencias, algunos críticos consideraron que las penas eran demasiado leves y que Lombard merecía un castigo más severo. Un abogado especializado en delitos laborales señaló que la decisión del tribunal reflejaba su opinión de que Lombard no representaba una amenaza significativa para la sociedad. Sin embargo, el aspecto notable del juicio fue que Orange también fue declarada culpable. Es la primera vez que una empresa francesa es condenada por acoso moral por parte de sus directivos. Este juicio representa un golpe duro para la reputación de Orange y establece un precedente preocupante para otras empresas. Subraya la responsabilidad de las empresas en casos de acoso moral y maltrato a los empleados, ya que tradicionalmente solo se responsabilizaba a los gerentes individuales sin involucrar a toda la empresa.
En respuesta a la decisión, Orange declaró que no apelaría el veredicto y expresó sus arrepentimientos por el sufrimiento experimentado por las víctimas. La empresa reconoció que podría haber habido errores administrativos durante el proceso de reestructuración, pero negó cualquier intención sistemática de acosar a los empleados. Orange también anunció que proporcionaría compensación a las víctimas y a las familias de los fallecidos, con el juez estimando la compensación en aproximadamente 2 millones de euros.