Con los avances tecnológicos que han invadido el mundo y la creciente dependencia de dispositivos modernos, muchas profesiones y trabajos del pasado han desaparecido. Algunas de estas funciones eran fascinantes, como la de los «despertadores humanos» que ayudaban a las personas a levantarse a tiempo para sus diversos compromisos, una tarea hoy en gran parte reemplazada por los despertadores modernos.
Durante la Revolución Industrial, que se extendió por Europa desde el siglo XVIII hasta finales de la década de 1920, las personas en Gran Bretaña e Irlanda necesitaban despertarse temprano para llegar al trabajo a tiempo. Esta necesidad dio lugar a una profesión a veces llamada «despertador». Un despertador era alguien cuya tarea consistía en ir de casa en casa temprano por la mañana, o en otros momentos, para despertar a los trabajadores golpeando las ventanas de sus habitaciones con un palo pesado o una vara corta y gruesa. Para las ventanas en pisos superiores, a menudo usaban una vara larga y ligera, frecuentemente de bambú. A veces, incluso podían lanzar guisantes para despertar a los durmientes. A cambio, los clientes les pagaban una tarifa semanal, que se determinaba según la distancia que el despertador tenía que recorrer y el momento específico del día en que la persona necesitaba ser despertada.
En general, este trabajo lo realizaban personas mayores, tanto hombres como mujeres, pero a veces los policías asumían este rol para complementar sus ingresos. Incluían esta tarea en sus patrullas matutinas en las áreas industriales con muchos trabajadores, asegurándose de que los clientes estuvieran completamente despiertos y fuera de la cama antes de irse.
Esta profesión prosperaba con el aumento del número de clientes y la expansión de su cobertura. Los despertadores desarrollaron un sistema en el que marcaban las horas en las paredes de las casas de los clientes con tiza, como «tres y media» o «cinco en punto», para recordar las horas de despertar requeridas. También designaban lugares específicos en las casas donde debían golpear.
A pesar de su singularidad, el trabajo tenía sus desafíos, especialmente en lo que respecta a los vecinos de los clientes. Algunos vecinos encontraban molesto el ruido de los golpes en las puertas o ventanas, perturbando su propio sueño. Además, algunos trabajadores, despertados por los golpes, se iban a trabajar sin pagar, ya que la tarifa era responsabilidad del cliente vecino.
Aunque esta profesión era común en su época, queda una pregunta importante: ¿cómo comenzó esta profesión? Los registros históricos no ofrecen una respuesta clara. Sin embargo, se sabe cómo terminó. La invención y la disponibilidad generalizada de los despertadores hicieron que los despertadores humanos se volvieran obsoletos, llevando al declive de este trabajo que alguna vez fue común.