Aunque los Aliados consideraron algunos esquemas muy ingeniosos para vencer a Adolf Hitler, pocos son más «extraños» que un supuesto complot para hacer que el Führer perdiera interés en la dominación mundial drogándolo en secreto con hormonas sexuales femeninas. El profesor Brian Ford de la Universidad de Cardiff dice que descubrió el plan mientras revisaba documentos recientemente desclasificados para su nuevo libro, Secret Weapons: Technology, Science, And The Race To Win World War II. Tres preguntas clave:
¿Cómo se suponía que funcionaba el plan?
Los espías británicos pensaron que si podían introducir estrógeno en la comida de Hitler, con el tiempo, se volvería menos cruel y agresivo, dice Ford. La idea era «feminizar» a Hitler y hacer que se comportara más como su hermana, Paula, una «secretaria de modales suaves». Los británicos se sintieron alentados por investigaciones recientes sobre los efectos de las hormonas sexuales en terapia. «Había agentes que podrían haberlo introducido en su comida», dice Ford, citado por The Telegraph. «Habría sido completamente posible.»
Hitler usaba catadores de comida, por lo que cualquier sustancia destinada a matarlo podría haber provocado una reacción en sus catadores. Se pensó que el estrógeno, que es insípido y afecta a los sujetos gradualmente, sería menos detectable.
¿Alguien intentó poner en práctica este plan?
No. Fue solo uno de los muchos esquemas «descabellados» que Ford detalla en su libro. Otras estrategias incluían: arrojar pegamento sobre las tropas nazis para pegarlas al suelo, disfrazar bombas en latas de fruta importadas a Alemania, y arrojar cajas de serpientes venenosas sobre los soldados alemanes. En opinión de Ford, el más «chiflado» de todos fue una rueda de tres metros de altura llena de 180 kilos de explosivos, llamada el Gran Panjandrum, que debía usarse en un asalto en la costa de Normandía. Esa rueda fue construida y probada a un costo de un millón de dólares actuales, pero no funcionó.