El ajedrez es considerado uno de los juegos mentales más grandes, y aunque muchas personas lo practican, solo unas pocas alcanzan el título de Gran Maestro o ganan campeonatos internacionales. Durante mucho tiempo, los hombres dominaron el juego, pero la jugadora húngara Judit Polgar cambió esta dinámica y puso a las mujeres en el mapa del ajedrez. Gracias a su dedicación y genialidad, obtuvo el título de la mejor jugadora de ajedrez de todos los tiempos. Este logro se debe a una persona en particular: su padre, Laszlo Polgar, quien comenzó a entrenar a ella y a sus hermanas desde temprana edad. Creía que si se enseñaba a los niños desde pequeños, podrían convertirse en genios en cualquier campo.
Laszlo Polgar, maestro de profesión, abordó la paternidad con un enfoque académico. Convenció a su futura esposa, Clara, una profesora de lengua ucraniana, de la gran misión educativa que tenía en mente. Su intención era criar prodigios y demostrar que el genio se cultiva con el tiempo y la práctica, no es innato. Clara aceptó sus planes, se casaron y vivieron inicialmente en la Unión Soviética antes de mudarse a la ciudad natal de Laszlo en Hungría. Empezaron a planificar el futuro de sus hijas, Susan, Sofia y Judit Polgar. Su estrategia, basada en años de investigación, era clara y directa: educar a sus hijos en casa, una elección que sorprendió a los residentes locales y a las autoridades de la época.
Para Laszlo, no había otra opción. Sus investigaciones le convencieron de que, para criar prodigios, debía comenzar a enseñarles antes de los tres años y especializarse antes de los seis años. Esta especialización no tenía que ser necesariamente en ajedrez, pero para garantizar el éxito, sus hijos debían destacar en cualquier campo. Clara planeaba enseñarles varios idiomas (ruso, inglés, alemán y esperanto) además de matemáticas avanzadas. Sin embargo, la hermana mayor, Susan, eligió el ajedrez debido a su amor por las piezas pequeñas del juego. Esta elección determinó el futuro de sus hermanas y el suyo propio. Los padres no tuvieron objeciones, ya que el ajedrez era una buena opción de especialización, dado que el éxito podía medirse con precisión mediante los sistemas de clasificación internacionales.
Judit Polgar, nacida en 1976, era la más joven de sus hermanas. Sabía que su infancia parecía inusual y reconocía que muchos suponían que su vida y la de sus hermanas era difícil. Sin embargo, para ella, era todo lo contrario. Rodeada de hermanas ya excepcionales en ajedrez, Judit estaba ansiosa por aprender. El ajedrez se convirtió en una actividad familiar que los unía en una sociedad que no entendía lo que hacían. Eran constantemente atacados, criticados y cuestionados. Muchos dudaban de la capacidad de las mujeres para destacar en el ajedrez, considerando que era un juego mental y que las mujeres simplemente no eran tan inteligentes como los hombres. Su padre, Laszlo Polgar, refutaba esta idea, insistiendo en que el problema era la falta de formación adecuada y que, con suficiente práctica, las mujeres podían jugar tan bien como los hombres, e incluso mejor. Esto se demostró con el tiempo.
Judit Polgar practicaba ajedrez diariamente durante cinco o seis horas. A los cinco años, ya había vencido a su padre, y a los quince, se convirtió en la persona más joven en recibir el título de Gran Maestro, el título más alto en ajedrez. Dominó los torneos reservados para mujeres, pero encontró la competencia fácil. Estuvo de acuerdo con su padre en que la mayoría de las otras mujeres no estaban suficientemente entrenadas para desafiar a los oponentes y quería probar sus habilidades en los niveles más altos, lo que significaba competir contra jugadores masculinos que dominaban el mundo del ajedrez.
Aunque Judit Polgar quería competir contra hombres, su hermana Susan rompió esa barrera en 1986 al convertirse en la primera mujer en calificar para el campeonato mundial masculino y rápidamente obtuvo el título de Gran Maestro. Judit siguió sus pasos, aunque su éxito no siempre fue bien recibido por los jugadores masculinos mayores que las derrotaban regularmente. Susan notó que algunos jugadores masculinos nunca admitían haber sido vencidos por una mujer y siempre encontraban excusas para sus derrotas, como dolores de cabeza o molestias estomacales.
Incluso cuando Susan y Judit Polgar avanzaban rápidamente en los rankings mundiales, muchos de los mejores jugadores del mundo seguían dudando de la capacidad de las mujeres para jugar como los hombres. Garry Kasparov, el jugador mejor clasificado del mundo, comentó sobre Judit: «Es talentosa, pero no excepcionalmente, ya que las mujeres no son, por naturaleza, jugadoras de ajedrez excepcionales». En 1994, Kasparov tuvo la oportunidad de probar las habilidades de Judit Polgar en persona. Su partida fue polémica cuando Kasparov movió su caballo, pero luego reconsideró y lo retiró. Según las reglas, una vez que un jugador suelta una pieza, el movimiento es final. A pesar de esto, el árbitro permitió que Kasparov retrocediera y él ganó finalmente el juego.
A pesar de esta amarga derrota contra Kasparov, Judit Polgar no se desanimó. Al año siguiente, se clasificó como la décima mejor jugadora del mundo y continuó jugando ajedrez profesionalmente durante unos años. En 2005, estaba clasificada en el octavo lugar a nivel mundial y se enfrentó a Kasparov en 17 ocasiones durante este tiempo, ganando una partida y empatando en cuatro. Después del nacimiento de su hijo en 2006, decidió retirarse de la competencia, explicando que sus prioridades simplemente habían cambiado para centrarse en escribir libros, organizar eventos de ajedrez y criar a su hija. Describió estas actividades como equilibradas y que le ofrecían una nueva perspectiva sobre la vida.
A pesar de estos nuevos compromisos, Judit Polgar nunca perdió interés en el ajedrez. Continuó participando en torneos hasta su retiro en 2014. Hasta hoy, el mundo del ajedrez recuerda las contribuciones de Judit y sus hermanas. Aunque Judit Polgar ya no es la mujer mejor clasificada en ajedrez, sigue siendo un ejemplo inspirador para cualquier mujer que ame el juego y busque sobresalir, compitiendo con los hombres en los rankings.