A lo largo de la historia, el mundo ha sido testigo de numerosas pandemias y epidemias que han acabado con la vida de miles de personas y han tenido graves repercusiones económicas y humanas. La mayoría de estas epidemias suelen ser causadas por infecciones virales o bacterianas. Sin embargo, en el siglo XVI, la historia relata un evento inusual y extraño en Francia: la aparición de una «epidemia de baile». Este fenómeno extraño hizo que los habitantes de la ciudad de Estrasburgo se lanzaran a bailar de manera continua e incontrolable, sin razón aparente, en lo que parecía ser un acto contagioso que se propagaba de una persona a otra. Aunque al principio podría parecer un hecho inofensivo, la situación se tornó peligrosamente grave con el registro de varias muertes debido a este baile interminable. Hasta el día de hoy, la causa de lo que se denominó «la epidemia de baile» sigue siendo un misterio, con solo algunas teorías especulativas al respecto.
El evento comenzó a mediados de julio de 1518 en la ciudad francesa de Estrasburgo, cuando una mujer llamada Frau Troffea salió a la calle y comenzó a bailar frenéticamente sin motivo aparente y sin música. Siguió bailando durante horas, aparentemente incapaz de detenerse, sudando y temblando como si estuviera en un tipo de trance. Incluso después de desplomarse por agotamiento, al día siguiente continuó bailando, al igual que en los días posteriores. Algunos creían que estaba poseída por una fuerza demoníaca. Tras varios días de este extraño comportamiento, la llevaron a un santuario, tal vez como penitencia, pero sin resultado. Pronto, otros comenzaron a unirse a ella en este comportamiento extraño, y en el transcurso de una semana, más de 30 personas estaban bailando sin parar en las calles y lugares públicos de Estrasburgo.
A finales de mes, la epidemia había afectado a al menos 400 personas, en su mayoría mujeres. Estas personas bailaban sin descanso durante días, sin detenerse, lo que agravó la situación, con varios informes de muertes debido a ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares causados por el agotamiento. Algunos relatos sugieren que, en el punto álgido de la epidemia, unas 15 personas morían cada día debido a este frenesí de baile.
A medida que la situación se salía de control, las autoridades de la ciudad llamaron a médicos para documentar el evento, diagnosticar a las víctimas y encontrar una solución. Al principio, descartaron las causas sobrenaturales, rechazando las explicaciones astrológicas o divinas. Llegaron a la conclusión de que la única manera de curar a los bailarines era ayudarlos a liberar su energía a través del baile. Por ello, la ciudad construyó un escenario e incluso contrataron bailarines profesionales, además de traer músicos para acompañar a los enfermos. Sin embargo, esta solución resultó ineficaz y, al no ver signos de recuperación, las autoridades cambiaron de enfoque, creyendo que la epidemia era un castigo divino. Impusieron penitencias a la ciudad y prohibieron la música y el baile en lugares públicos. La epidemia de baile duró más de un mes y terminó de manera repentina a principios de agosto, dejando a su paso cerca de 100 muertos.
Con el paso de los años, los investigadores han propuesto varias explicaciones basadas en los documentos históricos. Algunos sugieren razones médicas, como la epilepsia, el envenenamiento o una histeria colectiva psicológica provocada por las terribles condiciones de vida en Estrasburgo en ese momento, marcadas por la pobreza, el hambre y la enfermedad. Otros sugieren que los habitantes creían haber ofendido a San Vito, un santo cristiano, y que habían sido maldecidos con un baile incontrolable. Según los documentos históricos, finalmente llevaron a los bailarines al santuario de San Vito en la ciudad cercana de Saverne, donde sumergieron sus pies ensangrentados en zapatos rojos y fueron llevados con una estatua del santo en lo que se percibía como un acto de penitencia. Otra teoría sugiere que los bailarines podrían haber ingerido accidentalmente cornezuelo, un hongo tóxico que crece en el centeno húmedo y que puede provocar convulsiones y alucinaciones, similares a las provocadas por el LSD. Sin embargo, esta teoría ha sido en gran parte refutada, ya que los documentos históricos, incluidas las notas de los médicos, los registros municipales y los testimonios de los testigos, indican que los bailarines no parecían estar sufriendo convulsiones, sino que parecían bailar de manera deliberada y consciente.
A pesar de estas diversas hipótesis, no se ha encontrado una explicación definitiva para lo que realmente causó la epidemia de baile. Aunque se produjeron epidemias similares en Suiza, Alemania y los Países Bajos en esa época, ninguna fue tan grande ni tan mortal como la que golpeó a Estrasburgo en 1518.
La epidemia de baile de 1518 sigue siendo uno de los fenómenos más extraños e inexplicables de la historia, recordando cuán poco entendemos aún sobre los misterios del comportamiento humano, especialmente en tiempos de estrés colectivo y dificultades.