En 1987, mientras la científica en nutrición estadounidense Vicki Kluris y sus colegas estaban ocupados inventariando el contenido del Laboratorio de Sistemas Alimentarios de la NASA en el Centro Espacial Johnson en Houston, Texas, en preparación para mudarse a una nueva ubicación, descubrieron algo fascinante. Bajo toneladas de papeles y materiales, encontraron un escondite que contenía alimentos destinados a los primeros astronautas. Estos incluían sandwiches de queso enlatados, tocino, galletas y mantequilla de maní. Su decisión inicial fue deshacerse de estos artículos, pero luego reconsideraron y decidieron tomar muestras para su análisis y conservación. Esto debía servir como un recordatorio del avance significativo logrado por la NASA en el desarrollo de alimentos para astronautas, un desafío considerable debido al entorno único y las tareas involucradas.
Aunque la NASA ha avanzado significativamente en este campo, asegurando que los alimentos para astronautas cumplan con criterios de sabor, valor nutricional y equilibrio de proteínas, grasas y carbohidratos, la situación era muy diferente en el pasado. Los primeros científicos se preguntaban si los humanos podían ingerir y digerir alimentos en el espacio. Esta pregunta fue respondida por el astronauta John Glenn en 1962 cuando se convirtió en el primer estadounidense en comer comida en el espacio a bordo del vehículo espacial Friendship 7, como parte de la misión Mercury. Su comida consistía en carne de res en puré con vegetales para facilitar la masticación, y jugo de manzana, todo servido en tubos similares a los de pasta de dientes. El proceso de alimentación y digestión se llevó a cabo con éxito sin problemas.
Con el tiempo, el método de suministro de alimentos para astronautas mejoró en términos de tecnología y tipo de alimentos durante sus misiones. El programa Gemini introdujo alimentos liofilizados a través de una técnica desarrollada en colaboración con la NASA, una empresa alimentaria y un laboratorio militar. Este proceso implicaba cocinar las comidas a una temperatura estable, congelarlas y luego envasarlas para prevenir el deterioro por el aire. Durante la misión, los astronautas añadían agua a los cubos de comida en una bolsa para rehidratarlos y prepararlos para su consumo.
Las mejoras continuaron con las misiones Apollo, donde los astronautas tuvieron acceso a una mayor variedad de alimentos, incluidos componentes de comidas listas para comer proporcionadas al ejército de EE.UU. Muchos alimentos terrestres se hicieron adecuados para el consumo en el espacio, y la NASA aprobó el uso de agua caliente para que los alimentos no estuvieran fríos. Se eliminó el uso de alimentos en tubos o liofilizados, permitiendo a los astronautas disfrutar de pollo, vegetales, pudines y otros alimentos presentados de manera más agradable. El primer alimento consumido en la Luna fue un cubo de tocino, recubierto de gelatina para evitar que las migas interfieran con los equipos sensibles, una lección aprendida de un incidente en 1965 cuando el astronauta John Young escondió un sándwich de carne de res a bordo del Gemini 3, resultando en migas flotantes dentro del vehículo espacial, lo que llevó a la NASA a descartar los sándwiches en futuras misiones.
En ese tiempo, la comida para astronautas era principalmente productos térmicamente estables y liofilizados para garantizar una larga vida útil hasta que se construyó la primera estación espacial, Skylab, en 1973. Skylab marcó el inicio de una nueva era de comidas refrigeradas, aprovechando el entorno espacial de bajas temperaturas para crear una sala de enfriamiento interna. Esto permitió almacenar y recalentar alimentos congelados, gracias a los paneles solares masivos de la estación. Los astronautas de Skylab comían en una mesa real con sus pies sujetos para mantenerse en su lugar, mientras que los astronautas de los transbordadores de la década de 1980 utilizaban una bandeja montada en la pared y abrían un paquete de comida a la vez.
Dentro de la NASA, se llevaron a cabo muchas consultas entre científicos y especialistas sobre la comida para astronautas. A diferencia de las raciones militares, que eran ricas en sal y grasas, los alimentos espaciales debían satisfacer las necesidades únicas de los astronautas que trabajaban en un entorno sin gravedad, haciendo difícil la eliminación de calorías. Los científicos de la NASA realizaron muchas pruebas para producir alimentos especiales que mitigaran estos problemas mientras proporcionaban un valor nutricional completo.
Con la disminución de las misiones de transbordadores y el cambio hacia vuelos de larga duración representados por la Estación Espacial Internacional (ISS) a partir de 1998, los científicos comenzaron a centrarse más en la creación de un menú variado para los astronautas que apoyara su bienestar nutricional y psicológico. Los alimentos ricos en omega-3 y bajos en sodio ayudaron a compensar la pérdida de densidad ósea común durante la exploración espacial. Afortunadamente, muchos de estos alimentos tuvieron éxito, aunque algunos, como las sopas, requerían verificaciones minuciosas de su viscosidad para evitar problemas de flotación. La NASA desarrolló varios alimentos para los astronautas, como huevos revueltos liofilizados, okra térmicamente estables y fajitas, que se congelaban rápidamente, luego se calentaban a alta temperatura para eliminar las bacterias antes de ser envasados de manera similar a las conservas y enviados a los astronautas, quienes los preparaban para su consumo al calentarlos en un horno de convección o añadiendo agua caliente.
Hoy en día, la comida para astronautas no se limita a lo que proporciona la NASA. Ahora es posible solicitar diversos otros productos, incluso golosinas compradas en tiendas, siempre que tengan un bajo contenido de humedad para durar a temperatura ambiente. La NASA también ha intentado producir algunos de sus propios productos dulces, como un pastel de pudín de chocolate que se calienta en hornos de cuatro lados y ha tenido un gran éxito entre los miembros de la tripulación de la estación. Los productos de panadería tampoco estaban completamente ausentes de las misiones; en 2019, un hotel Hilton patrocinó un experimento en el que los astronautas hornearon pasteles en el espacio para observar cómo la microgravedad y el calor los afectaban.
La naturaleza de la comida para astronautas es crucial para mantener su bienestar mental durante las misiones. Durante la misión Apollo 8 en 1968, se proporcionó a los astronautas pavo y salsa térmicamente estables en la víspera de Navidad para ayudarles a mantenerse conectados a la Tierra, aunque fuera solo a nivel emocional. Los astronautas a bordo de la ISS suelen solicitar alimentos específicos entre los bocadillos envasados comercialmente. A veces, debido a retrasos en las misiones de suministro desde la Tierra, los astronautas deben consumir alimentos dejados por astronautas anteriores, aunque no les gusten, lo que puede afectar negativamente su moral.