La década de 1960 fue una de las épocas más intensas de conflictos de espionaje durante la Guerra Fría, especialmente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Durante ese período, las actividades de espionaje alcanzaron nuevos niveles, adoptando a veces formas que rozaban lo absurdo. Entre los muchos proyectos poco convencionales supervisados por la CIA, hubo intentos de control mental a través del controvertido programa MK-Ultra, así como el reclutamiento y entrenamiento de gatos para que actuaran como espías. Este proyecto centrado en los felinos, conocido como Operación Acoustic Kitty, es una de las historias de espionaje más extrañas de la Guerra Fría, revelando el alcance de los esfuerzos creativos (y a veces ridículos) desplegados por las agencias de inteligencia.
El concepto de Acoustic Kitty
La idea principal detrás de la Operación Acoustic Kitty era usar gatos para escuchar conversaciones en lugares estratégicos como alféizares de ventanas, bancos de parques y contenedores de basura. La CIA creía que estos gatos podían ser entrenados para escuchar conversaciones y transmitir lo que escuchaban a los agentes de inteligencia. El proyecto surgió después de que un agente de la CIA notara la gran cantidad de gatos callejeros deambulando en un lugar particular mientras intentaba escuchar a un líder extranjero. La presencia de estos animales, a los que nadie parecía prestar atención, inspiró la idea de usarlos como espías discretos. La curiosidad natural de los gatos se consideraba un posible activo; los oficiales teorizaron que un gato entrenado se movería instintivamente hacia sonidos interesantes, lo que los haría ideales para escuchar a los funcionarios soviéticos.
Transformar gatos en agentes secretos
Para llevar a cabo esta idea, la CIA reclutó a un veterinario que realizó una cirugía compleja en un gato, implantando un pequeño transmisor de radio en la base de su cráneo, un micrófono en su canal auditivo y un cable casi invisible conectando los dos a lo largo de su pelaje. Después de la cirugía, el gato pasó por un programa de entrenamiento intensivo para aprender a concentrarse en sonidos específicos e ignorar ruidos irrelevantes. El concepto era que las capacidades auditivas naturales del gato, similares a la cóclea humana, le permitirían filtrar los sonidos ambientales de manera más eficiente que los dispositivos de grabación tradicionales, que captan todo sin distinción.
Sin embargo, el proyecto se encontró con varios problemas importantes. Una de las principales cuestiones era la duración de las baterías necesarias para los dispositivos de grabación y transmisión. Dado el pequeño tamaño del gato, solo se podían usar baterías muy pequeñas, lo que limitaba el tiempo de grabación. Además, estaba el problema del comportamiento natural del gato; cuando tenía hambre, el gato abandonaba su puesto instintivamente para buscar comida, comprometiendo la misión. Aunque el equipo logró superar algunos de estos problemas, los documentos detallando el proyecto no especifican exactamente cómo se superaron estos obstáculos. Cinco años de desarrollo se dedicaron a este proyecto porque equipar un gato con tecnología avanzada no era una tarea fácil en una época en que los grabadores de cinta eran de bobina abierta y las computadoras ocupaban salas enteras. Además, los gatos debían parecer completamente naturales, sin protuberancias visibles ni cicatrices sospechosas.
Una misión que salió mal
Después de muchas pruebas y preparativos, se lanzó la primera misión de la Operación Acoustic Kitty. El objetivo era escuchar a dos hombres en un parque fuera del complejo soviético en Washington, D.C. Cuando el gato fue liberado de una camioneta para comenzar su misión, ocurrió una tragedia inesperada: un taxi golpeó y mató al gato casi de inmediato, poniendo fin a la operación de manera repentina y desastrosa.
Tras este fracaso, el proyecto fue oficialmente abandonado en 1967, después de que la CIA gastara cerca de 20 millones de dólares sin obtener resultados significativos. La historia de la Operación Acoustic Kitty se dio a conocer en 2001 cuando los documentos desclasificados fueron publicados por los Archivos de Seguridad Nacional. Los documentos, aunque describían la operación como habiendo alcanzado un cierto nivel de éxito, concluían con la recomendación de que, después de una evaluación exhaustiva de los gatos entrenados, el programa se consideraba impracticable para satisfacer las necesidades de la agencia. La revelación de este proyecto fue recibida con amplia incredulidad y burla, sirviendo como una curiosa nota al pie en los anales de la historia del espionaje de la Guerra Fría.